IV. Carta que nunca te envié
Nunca te la mandé,
porque sabía que la ibas a leer con el filtro del orgullo.
Y no quería darte más poder sobre lo poco que queda de mí.
Solo quiero decirte que no te odio,
pero tampoco puedo recordarte sin rabia.
Porque te amé tanto que me borré.
Y mientras tú florecías,
yo me marchitaba sosteniendo tus estaciones.
No culpo que hayas querido ser feliz,
culpo que hayas usado mi espalda como puente para llegar allá.
Te juro que intenté entenderte.
Intenté creer que tus silencios eran cansancio,
no distancia.
Pero una noche lo comprendí:
ya no dormías conmigo,
solo compartías la cama.
Y aún así,
cuando veo tus fotos,
algo dentro de mí se contrae,
como un músculo que recuerda el golpe.
No quiero volver,
pero tampoco sé soltar.
Esa es mi condena:
no desearte y seguirte sintiendo.
V. Conversaciones conmigo mismo
—¿Por qué sigues pensando en ella?
Porque no sé cómo olvidar a alguien que fue casa.
—¿Y qué te queda de todo eso?
Una habitación vacía y el eco de mis errores.
—¿La amas todavía?
Amo la idea que tenía de ella.
A la que tengo enfrente ya no la reconozco.
—¿Qué harías si volviera?
Le ofrecería un café y una despedida más educada que la última.
Pero ya no volvería a construir nada sobre las ruinas.
—¿Qué aprendiste?
Que no basta con amar.
Que si amar duele más de lo que sana, no es amor: es apego.
—¿Y el rencor?
Sigue aquí, pero más pequeño.
Se está convirtiendo en respeto propio.
—Entonces, ¿ya la olvidaste?
No.
Pero ya no le pertenezco.
VI. Despedida con ternura
No te deseo mal,
solo distancia.
No quiero verte caer,
quiero verme caminar sin mirar atrás.
A veces la vida te separa de alguien,
no porque no lo ames,
sino porque ese amor ya no te hace crecer.
Te quise tanto que hasta hoy me cuesta hablar de ti en pasado,
pero lo haré:
te quise.
Te quise de verdad.
Te quise con esa inocencia que solo se tiene una vez.
Ahora entiendo que no eras mi destino, eras mi lección.
Me enseñaste que no todo lo que arde calienta,
que a veces el fuego también destruye.
No hay resentimiento,
solo cicatriz.
Y si alguna vez me nombras en silencio,
ojalá recuerdes que, aunque me doliste,
yo te amé con todo lo que fui capaz.