Más que ayer y menos que al nacer
el rocío sereno.
El perfume profundo en su cuerpo
habrá viciado las almohadas,
impregnadas de alegorías que le abrazan.
Menos que al morir la luna taciturna
y más que ahora,
la fiebre ígnea en su alma
habrá consumido la textura sensorial,
para hacernos uno,
en la agonía del soltarse.