Me voy con la lluvia besando los tejados,
con el alma abierta, sin miedo al adiós.
Dejo un suspiro colgado en tu ventana,
y un pedazo de cielo guardado en mi voz.
Tu nombre se queda prendido en el viento,
como un perfume que no quiere morir.
Me llevo tus risas, tus ojos de fuego,
y el eco sagrado de verte reír.
Un beso y una flor dejo en tu puerta,
un gesto pequeño, pero lleno de amor.
Porque aunque la vida me lleve tan lejos,
mi raíz te recuerda, mi corazón no olvidó.
Camino ligero, sin mapa ni rumbo,
pero con la certeza de volverte a hallar.
La distancia no apaga lo eterno y profundo:
lo que nace del alma… nunca se va.