La luz del amanecer se filtraba por las ventanas, iluminando el rostro de Elizabeth con un resplandor suave y cálido. Andrés dormía a su lado, su pecho subiendo y bajando con un ritmo lento y constante. Ella lo miró con ternura, su corazón lleno de amor y devoción, mientras lo veía, soñaba despierta con un futuro juntos. Pero cuando él abrió los ojos y la miró, Elizabeth sintió un escalofrío recorrer su espalda. Había algo en su mirada que no estaba bien, la cara de Andrés tenía una expresión distinta, ella sentía que algo cambiaría.
\"Debo irme\", dijo Andrés, su voz baja y distante. \"Tengo que ver a mi hija\".
Elizabeth se sintió como si hubiera sido golpeada en el estómago. La ilusión de una mañana perfecta se desvaneció en un instante. \"¿Por qué tienes que irte tan temprano?\", preguntó, tratando de mantener la desesperación fuera de su voz. \"Hoy es sábado, quédate conmigo\", podemos hacer muchas cosas juntos o quizás solo quedarnos recostados.
Andrés se sentó en la cama, su rostro serio y cerrado era difícil de notar, exclamando \"No puedo, Elizabeth, Tengo que irme\".
La mente de Elizabeth comenzó a correr, llenándose de dudas y temores. \"¿O es que quieres ver a tu ex?\", preguntó, su voz temblando ligeramente.
La reacción de Andrés fue instantánea. Se puso de pie, su rostro enrojecido de ira reflejaba el malestar de aquellas palabras -\"No dejaré de luchar por lo que me costó años construir\"-, dijo, su voz cortante y definitiva, luego exclamó - Quería intentar algo contigo, pero la verdad prefiero luchar por ellas-, fueron las últimas palabras que emitió Andrés.
Elizabeth se sintió como si hubiera sido abofeteada en la cara. Las palabras de Andrés fueron como un golpe mortal, aquel golpe que sacudió por completo su interior, su alma, un recordatorio de que ella no era lo suficientemente importante como para que él de quedará, ella se mantuvo allí, inmóvil, mientras Andrés se vestía y se iba sin mirar atrás por un segundo.
La habitación se quedó en silencio, el único sonido que se podía oír fue el latido del corazón de Elizabeth. Se sentía vacía, incluso el latido de su corazón tenía un eco perturbador, era como si una parte de ella se hubiera ido con Andrés. La ilusión de un futuro juntos se había desvanecido, dejando solo dolor y desilusión.
El silencio se hizo carne y se apoderó del cuerpo sin alma de Elizabeth, entonces ella recordó una frase que escucho alguna vez..
\"Para cruzar aquel puente de una nueva relación, se debe estar libre de equipaje emocional\".
Y fue así como Elizabeth quedó sola en esa habitación con nada más que un corazón destrozado y pedazos de sus ilusiones dispersas por el cuarto.
....
\"Después del adiós\".
En el silencio que siguió luego de esta conversación, Elizabeth se quedó sola, con el eco de las palabras que seguían sonando en el fondo de su cuarto, aquellas palabras, que habían roto su corazón.
La habitación vacía, era un reflejo de su alma, esa alma que solo quería dar amor, como aquellos cuántos que antes leyó, donde la esperanza se había ido, envuelta en el equipaje de aquel hombre, aquel amor que ahora caminaba hacia la puerta dejando solo dolor, desilución y desamparo.
Fénix.-/.