Te amé con los despojos de mi herida,
con ruinas donde quise hacer tu casa,
pero mi sombra, siempre inadvertida,
apagó el sol que en tus ojos se alzaba.
Quise darte mi amor sin darme cuenta
que en mis manos aún ardía el pasado,
cada caricia fue una cuerda tensa,
cada promesa, un crimen mal firmado.
Tú dijiste que eras tú la que fallaba,
bendita ingenua, pura en tu equívoco,
fuiste el milagro que el dolor buscaba,
y yo supe arruinarlo sin propósito.
Tenían razón, yo era el lobo y no el sueño,
quise sanar y te arranqué el perdón;
te amé tan mal que el amor fue mi veneno,
y tú, mi salvación y mi destrucción.