LOURDES TARRATS

MetafĂ­sica del tacto

 

¿Qué será de mi vida cuando te disuelvas en la sombra?
Echaré de menos tus besos errantes,
aquellos tactos que, como relámpagos sin augurio,
destilaban fuego sobre mi carne,
como si desenterraran un verso sepulto
en los estratos más recónditos del mundo.

Echaré de menos tus manos,
cartógrafas insaciables de mi anatomía ya inflamable,
cuando descendías hacia los pliegues sagrados,
donde habita el secreto más arcaico de mi ser.

Aún recuerdo tu silueta en la penumbra
de aquella madrugada suspendida en su propio pulso—
la luz filtrándose en tu espalda
mientras me abrías, cuerpo y alma,
con la devoción de un místico,
como quien oficia una liturgia de la carne.

Tus dedos eran letanías,
tu boca, una epifanía pronunciada sin palabras.
Yo no hablaba.
Mi cuerpo y mi alma, acordes, se abrían a ti
como quien escucha el silencio donde habita lo eterno.

Y aquella forma tuya de poseerme,
no como acto carnal, sino como escritura:
inscribías llamas sobre la página abierta de mi cuerpo,
y allí dejabas cenizas que, aún hoy,
arden como brasas entre mis entrañas.

¿Y en las vigilias sin consuelo, qué haré
cuando el reloj repique con la cadencia de tu ausencia
y la almohada me devuelva apenas tu silueta,
pero no el fervor de tu aliento?

Será como besar un espejismo,
como abrazar la sombra del sol,
como dormir con los ojos abiertos,
invocando que tu voz regrese,
una última vez, a desnudarme el alma.

Porque en ti aprendí que el cuerpo no es límite,
sino umbral:
y que el amor, cuando arde sin nombre,
es la forma más pura de lo sagrado.

—L.T.

10/29/2025