Lo Efímero de La Vida
Partimos sin llevar nada de lo atesorado con tanto anhelo,
el porvenir se desvanece como humo entre los dedos,
las obligaciones pierden su apremiante sentido y valor,
las cuentas pendientes se tornan sombras sin dueño,
el terreno anhelado pronto olvida nuestro sudor.
Nos vamos sin aviso, dejando la mesa servida,
los proyectos a medio tejer en el bastidor del mañana,
las prendas en el armario esperan una mano que no llega,
el silencio se instala en cada habitación de la casa,
y el jardín se cubre de una maleza testaruda y ciega.
Se esfuma la ilusión de ser imprescindibles en este mundo,
el tren de los días sigue su trayecto sin pausa ni demora,
nuestro nombre se borra de las conversaciones cotidianas,
y el espacio que ocupamos lo llena otra historia en seguida,
la existencia prosigue con su indiferente armonía.
Las enormes dificultades que nos quitaron el sueño entero,
se convierten en polvo disperso llevado por el viento,
cada angustia era un fantasma que alimentaba nuestro miedo,
las piedras en el camino sólo pesaban en nuestro sentimiento,
y al final sólo queda el vasto cielo azul y limpio.
El planeta gira con su desorden inherente y ancestral,
nuestra huella es tan frágil como una brisa de verano,
nos creemos dueños de un destino que se agota rápido,
y caminamos distraídos por este efímero paisaje humano,
ignorando que cada instante es un regalo precioso.
Un soplo y la luz se apaga para siempre en nuestra mirada,
la mascota encuentra otro hogar donde recibe nuevo cariño,
nuestro lugar en la fila del trabajo es ocupado al momento,
las fotografías se guardan dentro de un cajón olvidado,
y el eco de nuestra risa se pierde en el firmamento.
El cónyuge encontrará otro amor para compartir su camino,
pasearán entrelazados bajo la luna plateada y serena,
irán al teatro a reír con obras de finales alegres,
guardarán en el ático los recuerdos de una vida anterior,
y el corazón aprenderá a latir con otra melodía.
Todas aquellas posesiones que acumulamos con esmero,
serán repartidas entre desconocidos o llevadas al vertedero,
las cartas de amor escritas con tinta de pasión y ternura,
acabarán convertidas en cenizas por el fuego del tiempo,
sin que quede rastro de su fuego ni de su escritura.
Nadie se levanta pensando que podría ser su despedida,
por eso malgastamos horas en rencores y falsas prisas,
si supiéramos lo cerca que anda la muerte sigilosa,
beberíamos el sol de la mañana con avidez y sonrisa,
y daríamos importancia sólo a las cosas que son hermosas.
Vestiríamos cada día con la elegancia de una gran celebración,
pondríamos la música alta para llenar cada rincón de baile,
comeríamos primero el dulce manjar que guardábamos para después,
abrazaríamos con fuerza a cada ser que cruza nuestro camino,
y plantaríamos un árbol que otros verán crecer.
Aprenderíamos a soltar los pesados lastres del resentimiento,
contemplaríamos las nubes dibujando formas en el cielo,
escucharíamos el canto de los pájaros al amanecer,
saborearíamos cada bocado como si fuese el primero,
y agradeceríamos el milagro simple de poder existir.
El reloj de la vida avanza sin retroceder ni un solo minuto,
cada amanecer que recibimos es un tesoro que se consume,
y mientras corremos tras espejismos de gloria y fortuna,
la esencia verdadera se nos escapa entre el ruido y la bruma,
sin entender que lo eterno reside en lo simple y en lo profundo.
--Luis Barreda/LAB