IAEM

EL OFICIO DEL PINTOR

Por las calles polvorientas se filtran destellos coloridos; con ojitos achinados observé mis primeros trazos. Caminando, tropecé con latas de pintura y, como criatura curiosa, embarré mis retazos. Con la curiosidad de un pequeño, se pintaron mis sueños; al apreciar los campos, armonizaron los ríos; movimiento, florecieron los arbustos; pigmentos, las líneas y formas; lloviendo a cántaros. Lo repetitivo asumí y lo cambié, como el drama en el teatro, aplicar trama a mis cuadros. Coloreando lo abstracto, manifestando con ilusión lo poco vivido del pensamiento de mi loco anciano, un poco deprimido sin poder explicarlo, cortesano con el hermano e intratable para seres inhumanos.

 

Con carácter de pintor, estricto como Ruis Señor, bohemio como cualquier pintor. Siendo niño con madurez precoz, con manos ásperas como cualquier escultor. Jugando en el barro, modelé tu amor; fue el frenesí del colibrí y conocí el amor. Ahora, mis sueños son graduarme y continuar en el rol, en el oficio de ser pintor.