Como un grato rédito a su noble corazón, le solicito mente abierta.
Porque, desde el presidio de mis letras, me liberé de las tinieblas.
Hay almas quebradas, que se sanan, sin nombrar la palabra herida.
Como, hay facundos necios, muy sanos, que son agravio de vida.
Las ventanas, se hacen monótonas, cuando no miras afuera.
Así, es la mente, como una pequeña ventana, que te espera.
Ahí, puedes ver, grandes cosas. O nada, si no te asomas.
Si tienes la ventana, descubre que hay del otro lado.
Pude ver; Un cielo tan claro, que hasta se podían ver los peces.
Y la locomoción de aquellos peces, parecía, locomoción de letras.
En el pude pescar, todas… estas palabras que ves. Y eran deliciosas.
Al final… me las comí todas... Sabían a pez.