JUSTO ALDÚ

INUNDACIÓN

INUNDACIÓN (verso libre)

Llueve sin pausa,
como si el cielo hubiera recordado sus deudas.
El río, que ayer cantaba bajito entre las piedras,
hoy ruge con voz de gigante despierto,
desbordando su furia sobre los patios del hombre.

El campesino mira su casa temblar.
El agua entra sin pedir permiso,
levanta las sillas, las ollas, los sueños.
La cama flota como un barco cansado,
y en los ojos del perro hay un miedo antiguo,
ese que solo entiende el que ha perdido.

Las gallinas gritan en su corral deshecho,
la vaca mugiendo busca tierra firme,
y el río —ese dios de barro y furia—
no distingue si arrastra ramas o recuerdos,
si devora el maíz o las oraciones.

El hombre corre, salva lo que puede,
una foto, una manta, una vida.
Su corazón late como tambor de agua,
porque sabe que el río no odia,
solo cumple su destino de arrasar y seguir.

Y cuando el sol asome tras el desastre,
quedará el silencio,
la tierra empapada de lágrimas y barro.
Pero el campesino, terco como la semilla,
volverá a sembrar,
porque aún en la pérdida germina la esperanza.

 

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