Cuánto deseé que tus ojos
se llenaran de amor,
así como los míos,
que se llenaban y rellenaban
con cada paso, respirar, latir
que inspiraba tu cuerpo.
Deseé ser yo el dueño
de esos lindos amaneceres
bien llamados ojos,
o de aquella constelación
mal llamado pelo.
En fin, deseaba todo de ti,
y tú… nada de mí.