TALENTO O GENIO
El talento observa, mide, afina el pulso.
Ensaya con la luz, la forma, el intento.
Sabe del oficio, del error, del pulido silencio.
El genio, en cambio, no mide: estalla,
rompe el molde y se inventa a sí mismo.
El talento trabaja con las manos del día,
teje con hilos de constancia y reloj.
El genio labra con relámpagos,
y a veces no termina —porque no puede—
lo que el talento haría eterno y discreto.
El talento cultiva el huerto,
riega, poda, espera la estación.
El genio es tormenta y semilla a la vez,
no sabe cuándo brota ni por qué florece,
solo sabe que arde sin permiso.
El talento escucha el compás del mundo,
el genio oye otro ritmo bajo la piel del aire.
El primero busca perfección,
el segundo busca sentido,
y ambos, si se encuentran, se reconocen.
Mas lo cierto es esto:
ni el genio sin trabajo,
ni el talento sin fuego,
trascienden la sombra de lo humano.
Por eso seguimos, tercos y soñadores,
puliendo el alma,
esperando el destello que nos nombre.
JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025