Ivette Urroz

Levadura del idioma

Oh, idioma, ordénate herido.

Piensa en los días olorosos de levadura y pan,

injerto de letras, velas de insomnio y moho.

Los ruidos repetían, metódicos,

las hieles hundidas en las jorobas gachas.

 

Oh, idioma, deletrea tu imprenta doliente.

Mirabas limaduras y sílabas;

una debía aventurarse en su sombra,

a otra la ligaba el tanteo de la nada.

 

Conocías la aridez de tus palabras,

su errancia, su dispersión —cada una

buscando su cuerpo—,

oías la maleza lanzarse al libro

leve y jovial, sin saber con qué cara quedarse.

 

Percibe aún aquellos instantes:

tu frente en alto,

un molino,

una cortina momificándose.

 

Habita, idioma, el reloj del molusco,

cuando se desbordan los mares.

 

Almacenabas membrillos en la canasta del verano,

y los paraguas querían cubrir,

empapadamente, la tierra.