Evio

Sangra el Vals


Era roja y luciferina la danza,

Y allí estábamos, traje por traje,

Y ojo por ojo, luchando bajo las

Oraciones del piano.

 

Era alto y de elegante andar,

Hombre, le susurré al oído

-Deseo tus manos en mi espalda

Poseyendo mi cintura-.

 

Y así la poseyó, para nosotros,

El salón se entregaba vacío,

Solo nos dejo el sudor y el vino,

Lo único necesario para el amor.

 

Siguió guiándonos Chopin 

En el manjar de suspiros

Y miradas rotas,

Siendo el, único testigo.

 

Sabrá Dios que demonio poseyó 

Aquel salón esa calurosa noche

De verano, si no mal recuerdo

La ultima y más diabólica.

 

Que nos abrazó con su oscuridad

Y bendijo con su tirso,

Tan largo y melancólico,

Que como la noche parecía, eterno.

 

Ya el único sonido, es el de tu aullido 

Besando mi boca, alimento de mi aliento 

De vino negro y deseos podridos,

Que devuelve el alma al nacimiento.