En medio de un abismo donde el cielo no guarda estrellas
ni la luna se atreve a habitar,
reflejada en mi sombra vive un mundo
lleno de sensaciones que prometen alegría…
Pero, ¿cómo saber qué es ser feliz?
¿Cómo es esa cosquilla en el corazón
cuando quieres a alguien,
cuando lo aprecias tanto que duele,
cuando lloras por él… o por ti mismo?
Anhelo saber cómo se siente ese calor,
esa calma que recorre el cuerpo;
también ese dolor que llega
cuando la soledad se hace eterna.
Quiero experimentar esas emociones
que nunca aprendí a llevar conmigo.
Solo deseo sentirme bien,
aunque sea una vez en esta vida;
abrir un nuevo mundo
detrás del reflejo que me mira.
Pero cada vez que intento acercarme,
siento que me alejo más de mí,
que mi mente y mi corazón
no logran comprender
esas cosas tan pequeñas
y, sin embargo, tan importantes.
En el susurro del abismo,
las voces me dicen
que nací con una maldición,
cuando aún no sabía
quién era ni por qué había nacido
en un mundo rebosante de emociones ajenas.
Recuerdo —o imagino—
a una mujer que me abrazaba al nacer,
preocupada porque no lloré,
reflejando en su mirada algo
que luego supe llamar cariño.
Solo sentir su abrazo
me dio una calidez desconocida…
una emoción que, hoy,
quisiera volver a repetir.