Refugio
Cuando anhelo sentir tu cálido abrazo en la quietud de la tarde,
y escuchar el suave sonido de tu risa en el aire tranquilo,
solo debo cerrar mis ojos con fuerza y con mucha esperanza,
para que en ese instante de calma tú aparezcas a mi lado,
y mi corazón solitario por fin deje de sentirse perdido.
Si la tristeza me visita con su manto frío en la madrugada,
y deseo con todas mis fuerzas que estés cerca para confortarme,
solo debo sumergirme en un mundo de pensamientos amables,
donde tu figura gentil se acerca y me ofrece su consuelo,
alejando la sombra gris que intenta apoderarse de mi alma.
Imagino poder recorrer contigo todos los caminos del mundo,
sintiendo la suavidad de tu mano entre las mías con confianza,
en cada amanecer que pinta el cielo de colores brillantes,
y en cada atardecer que despide la luz del día con lentitud,
en un viaje sin final donde solo existamos tú y yo juntos.
Pero esta dulce fantasía, aunque calma por momentos el deseo,
también me hace comprender la enorme distancia que nos separa,
pues al despertar de ese mundo donde todo es perfecto y bello,
me encuentro de nuevo en mi habitación, vacía y en silencio,
y un suspiro profundo escapa de mi corazón con resignación.
Aún así, prefiero mil veces habitar ese reino de ilusión,
donde tu mirada me encuentra y tu voz pronuncia mi nombre,
a vivir en una realidad gris donde no puedo verte ni escucharte,
porque esos breves instantes de pura imaginación y consuelo,
son el único tesoro verdadero que ilumina mis días oscuros.
Y así, mi vida transcurre entre estas fantasías constantes,
buscando refugio en cada rincón de mi mente creativa,
donde construyo para nosotros una historia llena de alegrías,
mientras el tiempo fuera de mí sigue pasando sin detenerse,
en un constante fluir de horas, minutos y largos segundos.
Porque el amor más puro que en lo profundo de mi ser habita,
no conoce de límites terrenales ni de imposibles murallas,
y encuentra su propio camino a través de la magia del pensamiento,
creando universos completos con solo un momento de concentración,
donde tú y yo somos felices, sin preocupaciones ni temores.
Así, en la tranquilidad de mi espacio, te encuentro cada día,
a través de este sencillo acto de evocar tu rostro amado,
transformando la ausencia en una presencia viva y reconfortante,
y llenando el vacío de mi mundo con tu esencia luminosa,
hasta que el sueño se desvanece y debo comenzar de nuevo.
--Luis Barreda/LAB