Regreso al mismo café,
al esplendor de tu piel pálida adolescente,
al ayer que me entregaste...
Así vuelvo a renacer,
en el sortilegio de tu recuerdo incontenible,
mujer eterna que en mí vive...
En el bar sigue tu duende,
pero hoy, la penumbra me resulta diferente,
pues no estás ya, físicamente...
Mi soledad consciente,
vuelve a escapar de la mesa del café doliente,
y en la calle, mi amor se mantiene...
El ciprés confidente,
me refiere que soy un soplo que vive vulnerable,
cuando tu añoranza me recibe...