Me gusta zanahoria, lo declaro,
crujiente como un hueso de fortuna;
no ladro al plato ajeno, no hay vacuna
que cure este placer tan raro y claro.
Mi dueño ríe, dice: es algo raro,
un perro que olvida de atún y tuna!
Mas yo, con mi raíz bajo la luna,
me siento noble, sabio, y hasta caro.
Es que en cada bocado anaranjado
hay sol, hay campo, hay polvo de alegría,
y un gusto dulce, humilde y bien ganado.
No pido más banquete ni ambrosía,
pues en este huerto simple y encantado
¡la zanahoria es reina y poesía!
JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025