LUJURIA
El trote de las horas me ha devuelto,
desnudo sobre el lecho deshojado,
la luz que esgrime la ventana,
devora el sorbo de la copa,
que tras tu piel se despeñara,
al remolino de ropas por el suelo.
Torcido junco de mi cuello,
refleja en aguas del espejo,
el pétalo verdugo de tus labios,
tallado a rutas del deseo,
mi torso prófugo recrea,
el firme lazo de tus manos,
el sur florido de tus piernas,
trepando hiedras al silencio.
Mas una cruz de calma,
unta la diurna mascarada,
cuando mi sexo amordazado,
pide tu cama y la sombra,
pide al bautizo de tus brazos,
pecar al heno de tu cuerpo.
SUPERFICIE
En danza dorada doncella,
mejillas inclina al espejo,
rompen anillos reflejo,
emergen fauces tras ella,
sismo de mieles y arena,
bajo el despojo se agolpa,
mientras las calas se adornan,
de lentejuelas y sedas.
Del trepidar un soplido,
de lluvia emiten los peces,
rocíos en perlas prometen,
al nácar de lirios vestido,
mas todo sucumbe al estrago,
desde el racimo en su pena,
hasta las piedras en vela,
mudas a orillas del lago.
Allá un abismo de algas,
agita sus madreselvas,
bajo nenúfares crestas,
sobre el coral que le ata,
mientras al ceño del alba,
la misma nube que pasa,
escupe el rayo que abrasa,
ya inesperado en la calma.
Estela de piedras aladas,
va en los anillos del agua,
quieta la vil mascarada,
que a mansa fruta amenaza,
y nuevamente la brisa,
mece la rama desnuda,
y el roto espejo procura,
asir la luz que agoniza.