He vaciado los bolsillos de la esperanza
y ya no creo que las ilusiones
puedan transformar el destino.
Viajo en una incertidumbre
y sólo hay una metáfora
que me acompaña,
como un libro que se abre
a lo inasible del tiempo.
Llevo una seña en el pecho
y los amaneceres
son la única fuente de vida
para asirme a este espacio tiempo,
que me cobija con angustia.
En mi voz de poeta no declarado,
no consumado, no conocido,
no leído y no sentido,
hay un tiempo que se va
con los versos que brotan
de un aguas silenciosa
inundando el solitario espectro,
que presiente la muerte,
como una estampida
de caballos furiosos,
en una herejía de silencio
y destino...
No elegí escribir,
pero un torrente de hilos rotos,
corre por un río interior,
desgastando mi alma,
que, suspendida en un tiempo,
observa lo opaco
del siglo que se avecina.