I.
Cercanos mis veintiséis noviembres,
agradecido y comprometido
con la vida,
una fuerza indescriptible
me impulsa a escribir
y compartir los motivos
que moran en mi alma y corazón.
¡Declaro que mi experiencia
ha sido plena!
II.
Hoy entiendo la dicha
de entregarme.
Entiendo también
que, siendo hombre, tengo límites;
más esos límites
no me impiden volar.
Y con soltura,
me entrego al vuelo.
Comprendo que el amor familiar es continuo,
como un árbol que fluye
desde la tierra que lo engendra;
así la sangre,
así el amor:
nacen antes del nacimiento
y trascienden la muerte.
Distingo hoy la diferencia
entre el sexo y el amor,
y me atrevo a decir
que sin amor el sexo
carece de sentido.
Con determinación,
me entrego al amor.
Conozco el peligro,
conozco la calma;
y entiendo que el saber da libertad,
y que la libertad
te enseña a asumir la seguridad
y a mirar el peligro sin miedo.
Podría seguir hablando
del placer de la entrega,
pero tomo mis palabras
como una ventana abierta.
III.
De este modo pretendo:
cimentar sueños,
promover futuros,
y honrar los valores
que, como raíces,
me han sostenido firme
en esta aventura serpenteante.
Asumo, plenamente despierto,
el reto de estar vivo,
y disfruto —con gratitud—
el vuelo.