Carlos Baldelomar

+ MI ÚNICA HERENCIA +

Me he quedado así,

con este traje de gala

para días tan casuales,

cargado de una esperanza

absurda,

maniática,

casi ridícula,

mientras el mundo

se guarda todos los ases

bajo la manga.

 

Pero debo reconocer

que una vez sí jugó

a mi suerte 

me mostró su magia,

esa prueba indiscutible

de lo que parece

un mundo completo,

fue una tarde, tenía que ser tarde

con esa luz melancólica

que tienen las cosas

que sabes muy bien

que duelen después.

 

Y además,

como si fuera poco la tarde,

también me dio una tregua,

la breve dicha

de conocer tus ojos.

 

Confieso que ahí me quedé,

colgado de ellos en ese instante

como una nube solitaria

que se se ancla en la cima

de una montaña.

 

Ahora me juego mi suerte,

pongo todos los días sobre un recuerdo,

ahorro noches,

por si acaso,

para inventarme atajos,

callejones,

avenidas de madrugada

que no conducen

a ninguna puerta

que vos quieras abrir.

 

Así que esta

es mi única herencia:

escribir.

 

Un intento

torpe

y testarudo

de fabricar yo mismo la última carta,

una casualidad,

que consiste, simplemente,

en que ahora,

por algún azar que el mundo

se olvidó guardar,

vos te encontrés con mis letras.