No hay misterio en el suelo:
todo lo que lanzas, vuelve.
El odio germina rápido,
pero sus frutos son de piedra.
Algunos riegan promesas
y recogen silencio.
Otros siembran con los dientes apretados
y solo hallan espinas que los nombran.
No hay milagro sin sudor.
El destino es un campo arado con las uñas.
Quien teme ensuciarse las manos
no sabrá nunca el sabor del pan.
Y cuando el viento arrase con todo,
los que sembraron verdad
verán brotar su sombra verde,
aun en la sequía del mundo.
JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025.