Un sueño celestial a mi alma vino
el día que la vi por vez primera;
mirando de sus ojos el reflejo
que tiene gran fulgor de luna nueva.
Oyendo el palpitar de sus palabras
oía del ensueño su cadencia;
y vi de su sonrisa rutilante
de amor la lumbre eterna.
Su boca tan sensual y apetitosa
tenía de pasión febril promesa;
y viendo de su cuerpo la estructura
sentía dilatarse mis arterias.
En medio de esos días luminosos
nacieron de mis versos azucenas;
brindándole a su encanto mis delirios
con alma de poeta.
Autor: Aníbal Rodríguez.