El Atardecer y La Naturaleza Mágica
Al caer la tarde, cuando el sol se oculta tras los montes lejanos y tiñe de naranja el cielo silencioso,
las sombras van creciendo sobre los campos verdes mientras el viento susurra entre las hojas secas,
y en la quietud del mundo se escucha un ruiseñor que canta su canción desde la rama alta,
una melodía dulce que viaja con la brisa y calma los cansados corazones que la escuchan,
llenando el atardecer con esperanza pura y promesas de un nuevo día que está por llegar.
Caminando despacio por el viejo sendero que serpentea entre troncos de robles centenarios,
mis pies van pisando suaves las piedras musgosas y la hierba fresca que brilla con el rocío,
sintiendo el aire limpio que acaricia mi rostro y me trae recuerdos de tiempos ya pasados,
de juegos en el pueblo y de risas antiguas bajo la misma luz del atardecer dorado,
momentos que conservo dentro de mi memoria como un tesoro antiguo de valor infinito.
El río sigue fluyendo con su murmullo constante, arrastrando consigo hojas de otoño mustias,
mientras refleja en sus aguas el azul profundo que poco a poco va oscureciéndose arriba,
y en la orilla opuesta se ve un pequeño bote que mece su estructura con el movimiento lento,
atado a un poste viejo con una cuerda gruesa, esperando paciente que alguien lo libere,
para surcar las aguas en una travesía hacia lo desconocido, hacia otra ribera.
Más allá del puente de madera gastada, se extiende una pradera de flores amarillas,
que mecen sus cabezas con la suave ventolera como saludando al fin de la jornada,
y entre sus pétalos brillan gotas cristalinas que parecen pequeñas joyas relucientes,
guardando en su interior los últimos destellos de la luz solar que se despide con calma,
creando un mundo mágico de fantasía y sueños donde todo es posible por un instante.
Desde la colina, se observa el valle entero durmiendo bajo un manto de neblina plateada,
y las primeras estrellas asoman en lo alto titilando con fuerza en la inmensidad oscura,
mientras la luna muestra su redonda figura iluminando todo con un brillo fantasma,
alumbrando los sueños de las criaturas nocturnas que despiertan a vivir bajo su mirada,
tejiendo historias secretas en la penumbra fresca que solo ellos comprenden y comparten.
Yo sigo mi camino de vuelta a la morada, cargando conmigo las imágenes hermosas,
sintiendo en el pecho una tranquilidad grande que ahuyenta las penas y las preocupaciones,
porque la naturaleza con su ciclo eterno me enseña que después de la oscuridad llega la aurora,
y que cada final es el comienzo nuevo de algo diferente que está por suceder,
un viaje sin prisa por la existencia misma, aceptando sus regalos y sus lecciones.
Ya en la puerta de casa, me detengo un momento para ver cómo avanza la noche estrellada,
escuchando el coro de grillos en la distancia que acompaña el ritmo de mis propios latidos,
agradecido por este día que termina y por la compañía de los seres queridos,
que me esperan dentro con una luz encendida y con el calor humano que siempre consuela,
cerrando con su abrazo las horas vividas, guardando los momentos en el alma tranquila.
-Luis Barreda/LAB