Rramirez

Espinas

¿Por qué estás sangrando?

La voz de mi madre me encontró, y al fin respondí.

Bajé la cabeza y le narré el viaje
por un bello jardín de esencias sin igual.

En aquel sendero, entre todas, la descubrí:
una rosa solitaria, apagada y brillante a la vez.

Tan única y profunda, su gracia yo admiré.

Quise tomarla y me acerqué, sin reflexionar.

Y así sangré.

Sus espinas se tiñeron de un bello carmesí;
y yo, sin quejarme, al instante lo entendí.

No es error suyo. No es vicio, es su escudo.

Esto es lo que merezco: no debí querer tomarla sin más,
pues su esplendor no es algo que yo pueda reclamar.

Solo ahora sé que por esa mujer yo volvería...
Dispuesto a sangrar, si con ello aprendo a amar de verdad.