Si por besar tus labios de rubíes,
tus ojos, dos estrellas, me condenan,
en su silencio eterno hallará penas
mi alma, entre suspiros y delíes.
Si en mi delirio bebo tu desvelo
será mi fe la lumbre que te nombre,
y aunque me niegues sombra, voz y cielo
viviré prisionera de tu nombre.
Más si tu olvido, en sombras, me persigue,
y al alma roba el eco de tu canto,
será mi amor quién al dolor bendigue.
Que en su destierro dulce y sacrosanto
hallará el alma paz en lo que aflige
y gloria en la condena de su encanto.