Roma.

Cuando me haya ido.

Cuando ya no esté, la vida no se detendrá por mi nombre.
Los días seguirán cayendo,
uno sobre otro, como lluvia sobre piedra.

Nadie notará el instante exacto, solo habrá un lugar vacío que poco a poco se irá llenando de polvo, de voces nuevas, de olvido.

Las manos que me buscaron aprenderán a no hacerlo, los ojos que me vieron
encontrarán otras miradas.
Y eso será todo.

Mi risa quedará guardada en algún rincón del recuerdo, pero incluso allí, el tiempo la borrará despacio, como quien sopla el polvo de una foto vieja.

No habrá dramatismo, ni música, solo el eco leve de lo que fui.

Y tal vez, por un segundo, alguien piense en mí y le pese el pecho.
Después, el mundo volverá a girar, sin culpa, sin pausa, sin mí.