Con tierno y gran delirio que provoca
se llena de pasión mi sentimiento;
y ardiendo del deseo que sofoca
le ruego que me lleve a su aposento:
Mis labios se posaron en su boca
y tuve los suspiros de su aliento,
y en forma muy sensual, febril y loca,
su cuerpo, de lujuria fue cimiento.
Brillaron las estrellas esa noche
con brillo que jamás había visto;
brindando en su fulgor el gran derroche
de ensueños y de anhelos, no previsto;
que fueron de su entrega regio broche
bordado con la luz de lo imprevisto.
Autor: Aníbal Rodríguez.