el brujo de letziaga

A buena hora...

 

A buena hora...
el sereno calor de tu mirada,
en mayo con ternura,
hizo que en mí floreciera la primavera...

 

Belleza fascinadora...
¡Oh, María!, mi casto amor del alma,
en el valle de la vida,
al rumor de tu brisa vivir quisiera...

 

Mi dulce compañía,
en tu grata presencia escribo mi poesía,
a tu virtud que es tanta,
como una ofrenda, cual flores de pureza...

 

¡Oh, madre inmaculada!
donde el amor jamás se contamina,
por la unión mística
que me coadyuva a purificar mi alma...