Hektor Bressot

el auxilio del nauta.

 

 

¡Atiéndeme!

Esa Circada, terca,

vendrá a asfixiarme en falsas promesas.

 

Te ruego, me escondas.

Estoy harto de dormir.

Solo son pesadillas,

que cada vez, me reducen a nada.

 

Pero, tú.

Tú eres seda.

Abrígame, llévame a esos,

tuyos nortes.

 

Llévame lejos, 

y encontraré las huellas

que impregné

en alguna vida pasada.

 

A su vez,

me entrego a ti como ofrenda:

soy navegante sin goleta,

condéname a explorarte.

Supongamos que es condena.

 

Y de mares recorridos,

sin duda, tu tierra

brilla divina.

En un cielo (forjado a tu brisa) que te rodea.