¡Atiéndeme!
Esa Circada, terca,
vendrá a asfixiarme en falsas promesas.
Te ruego, me escondas.
Estoy harto de dormir.
Solo son pesadillas,
que cada vez, me reducen a nada.
Pero, tú.
Tú eres seda.
Abrígame, llévame a esos,
tuyos nortes.
Llévame lejos,
y encontraré las huellas
que impregné
en alguna vida pasada.
A su vez,
me entrego a ti como ofrenda:
soy navegante sin goleta,
condéname a explorarte.
Supongamos que es condena.
Y de mares recorridos,
sin duda, tu tierra
brilla divina.
En un cielo (forjado a tu brisa) que te rodea.