Rafael Blanco

Israel. \"Pena, dolor y esperanza\"

Caminamos tomados de la mano…

Calles antiguas, ciudades blancas y resonar de campanas entre muros que reflejaban luz de prodigios cotidianos.

 

Piedras que rezaban altivas tras murmullos de mercados que arropaban los recuerdos sagrados donde todo comenzó.

 

Secretos guardados en el aire como rumores distantes y tristezas sin nombre ante las almas tensas y las oraciones suspendidas cual voz baja de siglos de lucha y una paz insospechada.

 

Historia de miradas que no se cruzan y nombres divididos por tierra ensangrentada mezclada de sentimientos sagrados e indolentes.

 

Muros altivos ante lo humano y lo efímero.

 

Y...

 

Transitamos plenos de emoción el milenario país  de los milagros.

 

La Jerusalén eterna y florecida

Nazaret, Belén, Jericó y Tiberiades

El mar muerto y el mar de galilea.

 

Y bendecidos recibimos las aguas del Jordán

 

Pero las heridas de siglos prevalecen, nunca cierran, los campos se tiñen de ocre nuevamente, los cuerpos calcinados, mutilados e inocentes.

 

El dolor nunca aprende, no se reconoce. Es un espejo reflejo del mundo que hoy les mira como símbolo destruido de lo amado.

 

Solo escombros, llantos y cenizas. Abrazos imposibles que nacen de las armas que destruyen y aniquilan.

 

Hermanos que se matan, se maldicen, se desprecian.

 

 

Hoy cavilo y me pregunto en la distancia…

¿De que hablaran las miradas de pueblos compartidos?

¿Qué contaran las calles que un día recorrimos?

¿Cuándo acabara el dolor que desangra a sus hijos?

 

Y ¿Qué es paz? yo me pregunto frente al primer gesto mancillado, o ante la sangre que brota por los poros y después un llanto convertido en muerte.

 

Siempre habrá una voz que grite ¡Basta!. Y se levante. Mientras un solitario niño ha de jugar entre cenizas, porque el sol saldrá nuevamente entre las ruinas.

 

Así ha sido, así es y así será

 

 

...Hay un sueño recurrente entre nosotros. Aquellos que tomados de la mano caminamos esa tierra prometida.

 

Regresaremos. Todos juntos algún día. A sentir en sus calles el deseo y la confianza. Y ver crecer la flor y la palabra, con la certeza justa de que la vida a de brotar callada y nuevamente.

 

Aferrada de la pálida y trágica esperanza que no muere.

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Rafael Blanco López