Soy tristeza en movimiento,
un río que no deja de fluir, pero aprendo a nadar entre corrientes,
a encontrar calma en medio de la tormenta.
No renuncio a lo que siento,
pero tampoco me dejo arrastrar.
Cada suspiro, cada silencio, es un acto de cuidado hacia mí misma.
Y aunque la melancolía me visite todos los días, respiro, me levanto, sigo,
porque he aprendido a ser fuerte incluso con el corazón pesado.