Jared Rosado

Destruyendo una destrucción

La presión de mi dedo: la burbuja explotó,

incluso el jabón líquido huyó de mis manos.

 

Los leones entraron a nuestras sábanas

y atravesaron nuestro amor con sus colmillos.

 

Estaba destinado a amarte visceralmente,

como la lluvia a caer sobre los árboles.

 

Sin embargo, mi amor fue mal ejecutado,

ejecutando cada mes tu amor hacia mí,

marchitando las flores y acercando lejanía.

 

Mi lluvia, aunque podía llenar mares,

era ácida y maloliente, ruin peste;

rompía tu paraguas y hervía tu frente.

 

Ahora que mi toalla nunca volverá

a acariciar tu cuerpo desnudo,

me doy cuenta de que amar sin amarse

es como querer hablar y ser mudo.

 

Abriste la puerta que yo nunca me atreví,

y nos obligaste a salir; me tiraste al desamor.

 

Tuve que aprender a no aprehenderte,

llenar mi propio mar sin tu sal dulce,

acariciar mi propia toalla desnudo,

aunque el llanto se escondía en la ducha.

 

Tuve que espantar a los leones de mi cama,

aunque después tu recuerdo me mordía.

 

Estabas destinada a quemarme intensamente,

para así amar a ese espejo oxidado de mi mente,

y convertir, purificada, el ácido de mi lluvia.

 

Aunque en lo íntimo de esta poesía

confieso que hubiera preferido otra musa,

otra piel desnuda, en mi cama otra encima;

desearía haber amado a otra mujer.

 

Antes de ti, que otro amor me hubiera roto;

me gustaría haber cruzado este infierno

antes de ti, que otra mujer,

con el dolor de su adiós, me inspire mejora.

 

Y haber llegado después a ti,

con un hogar y un amor

de cimientos fuertes,

destruyendo una destrucción.

 

Pero estaba destinado el mundo

a

matar

nuestro amor

completamente.