La casa donde nacieron los duendes,
donde crecieron las travesuras
y encontraban el espacio
para descansar las rutinas y las reglas.
La casa donde temor y miedo
nunca tuvieron cabida.
Donde los juegos surgían
bajo la amorosa sonrisa que cuidaba.
La casa olor a guisos y tartas,
con color de pobre y textura de viejo,
con ocurrencias y utopías guiadas
por las ilustraciones del ser más sabio.
¡La casa hoy está vacía!
¡Sus habitantes han desaparecido!
¿En qué momento fue? ¿Por qué se han ido?
Es que se acabaron los niños...
y no hay abuelos para engendrar a los duendes.
Silvana Ibáñez
21/09/25