A veces me pregunto, en la calma del alma
si existe un lugar donde el dolor descansa,
dónde el tiempo se aquieta y la mente no habla,
dónde solo vibra la esencia más clara.
¿ Habrá un infinito detrás del suspiro, una puerta de luz que el amor nos guía?
Quizás el cielo no esté tan arriba
sino en la sonrisa que el alma envía.
Buscamos la paz en mares y templos,
cuando en nuestro pecho ya vive su centro.
La felicidad no llega de fuera,
florece en silencio, si el corazón espera.
Y así, caminando sin mapa ni prisa
descubro que el bien también me divisa
que no hay que buscarlo; sino permitirlo,
abrir los ojos... Y simplemente sentirlo.