Presagio de óxido
Se avecina el temblor,
no en los muros, sino en la memoria.
Las manos del hombre,
cansadas de pedir permiso a la calma,
afilian su aliento contra el mármol del mundo.
Un rumor de grafito y ceniza
se posa en los relojes:
la hora se astilla,
el aire huele a palabra rota.
Y sin embargo,
en el fondo del estruendo,
una chispa respira...
como si el caos también
fuera una forma de querer.
© Corazón Bardo