Quedando solo brisas,
como recuerdos tan internos,
océanos desgarran lo profundo
de aquello que se desvanece en su baile.
Flota en medio,
como medusa delirante,
en las tormentas que su manto de tela convoca,
bailando con el viento,
rozando el abismo del deseo.
Toca el cielo con su velo,
del color más intenso,
donde los relámpagos
se inclinan a contemplarla.
Sus pasos, tambores sobre el aire,
crean burbujas que respiran,
cantos del agua que la siguen,
como si el mar la amara.
Ella es la dama del viento,
a veces peligrosa,
siempre encantadora,
lleva en su alma el trueno
y en su piel la calma del océano.