_Las Ratoncitas y el gato_
En un granero chiquito,
vivía un grupo bonito,
bailaban, saltaban todas,
comiendo migas en bodas.
Una decía muy ufana:
—¡Soy la más lista, la hermana!
Ningún gato me da miedo,
yo corro y salto sin enredo!
Otra, de voz pequeñita,
dijo: —Yo tengo una cita,
¡con el queso del estante!
—¡Ve, corre! —gritó su ayudante.
Pero del techo, callado,
bajó un gato despistado;
con paso lento y tranquilo,
miró el suelo… con gran sigilo.
Las ratas, muy divertidas,
creyeron cosas fingidas:
—¡Ese gato no hace nada!
¡Debe estar viejo y sin espada!
De pronto el gato, sin ruido,
dio un saltito decidido;
las tres ratonas valientes
salieron todas de enfrente.
Corrieron sin rumbo claro,
sin su queso ni su amparo;
y la ratona mayor
susurró con gran temblor:
—Tal vez fuimos presumidas,
por eso estamos perdidas.
El gato solo miraba,
y en silencio las… esperaba.
Moraleja:
No hay inteligencia que valga si la soberbia la dirige.
A veces el peligro no ruge… solo observa, paciente, como el gato.
Cuento para entretener a mentes inocentes que creen que el gato solo juega con las ratoncitas.
Donde no hay ratas, suelen haber gatos.