¿A qué se quedaría un pájaro
en donde no tiene para posarse,
hasta cuando fatigaría sus alas
ni por agua y sin alpiste?.
¿Cuánto batiría estático sin una rama?,
calmo hasta donde busque un borde,
una ventana,
sin suelo por opción con techo de tope.
Firme en su suplicio
carente de cuestionamiento práctico,
¿A qué se queda,
mirando fijamente su enfrentamiento?.
¿ Por qué no huye o no se espanta?,
como si contemplara sufridamente
el anhelo de ser agarrado,
¿ De qué se admira, a qué le reza?.
Mantiene su aleteo con porfía de esperanza,
dejándose en su hábito otorgado por naturaleza
absorbido con un propósito suicida,
abandonando sus inhibiciones.
Perdido en su condena
se queda, en su devoción tortuosa
campante sin dudar que se quedará
hasta el último azote al aire.
Exento de explicaciones
sin la noción de espera,
depositando su eternidad
en esa permanencia ritualista.
¿A quién regala este último vuelo,
tendrá espectador su hazaña,
cerrará primero sus ojos
o será su cuerpo acalambrado?.
¿ Habrá tierra que aguante tal caída
acompañada de un desplome mudo?,
¿Llegará extendiendo su dedo
la razón de su pretexto?.
Antes del supuesto mal asumido
se sustenta en su albedrio,
se aferra del absurdo con entusiasmo
dispuesto a crear su jaula.
¿Cuál placer se habrá quedado…?
no tanto en el final del pájaro
sino en el morbo,
de haberme quedado, solo mirando.