Elisain Maldonado M

DÓNDE EL MIEDO FLORECE

 

Tengo miedo de ti,
porque en tu mirada se despierta el espejo que me revela.
Y en ese reflejo, no solo estás tú,
estoy yo, desnudo de toda certeza,
frágil como la bruma que tiembla antes del amanecer.

Tengo miedo de la vida,
porque es un río que no pregunta si sé nadar.
Me arrastra con sus días y me devuelve, a veces,
a orillas que no reconozco.
En su corriente he aprendido que vivir
no es vencer al agua, sino dejarse llevar sin olvidar quién soy.

Tengo miedo de la muerte,
porque no sé si es un silencio eterno
o la voz que llama desde el otro lado del tiempo.
A veces la presiento en los latidos más lentos,
como si el universo me recordara
que todo lo amado es también efímero.

Tengo miedo del amor,
porque incendia y purifica,
porque no se deja dominar ni entender,
y en su fuego arde el yo que tanto intento salvar.
Amar es morir un poco,
y renacer en los ojos de otro.

Tengo miedo de mí,
de los abismos que llevo bajo la piel,
de los pensamientos que germinan en la oscuridad,
de mi propia voz cuando el alma grita y nadie la oye.
Soy un laberinto que busca su salida
y a veces teme encontrarla.

Pero aún… tengo una esperanza.
Pequeña, temblorosa, indomable.
No vive en las certezas ni en la fe ciega,
sino en el instante en que el miedo se transforma en pregunta,
y la pregunta se vuelve camino.

Esa esperanza es la raíz que nace del miedo,
la flor que se atreve a brotar en la grieta,
la luz que no disipa la noche,
pero le da sentido.

Porque tal ve 7Cz el alma solo florece
cuando se atreve a temblar.