Cansado el tentador seguía buscando
A aquel que tomara su lugar
Y entre cientos de intentos fallidos
Se fue acercando al mar de Yucatán
La arena lo hundía y hacía lento el paso
Parecía que nunca iba a llegar
Cuando vió a una persona muy bajita
No lo pensó, su oro iba a ofertar
Se acercó sutilmente a esta persona
Su sombrero era más grande que el cuerpo
Volteó y se le veía un rostro alegre
Cómo anciano al que no le importa el tiempo
Ofreció darle todas las riquezas
Y el anciano relajado respondió:
Hace rato que limpié mis impurezas
En los huertos mi avaricia se secó
El charro negro odiaba la naturaleza
Y le dijo al viejo que eso no nunca importó
Que con oro compraría más tierras
Pero el anciano se fue lejos, lo ignoró
La rabia en el viajero empezó a brotar
Estaba harto de seguir sin sucesor
Entonces siguió a quien lo rechazó
Hasta que a unos cultivos fue a dar
Ahí observó a decenas de pequeños
Niños y ancianos con mismo aspecto
Con cada planta ellos eran buenos
Pero no pasó desapercibido su defecto
A todos ellos les daba mala sensación
La pesada estancia de esta figura
Que quitaba a sus frutas el sazón
Y uno de ellos atacó al alma impura
Varios más de estos se le unieron
El caballo perdió los ojos de fuego
Entre jalones, animal y amo se perdieron
En una travesura disfrazada de juego
Desorientado, el charro huyó sin pensar
Que unos enanos lo habían espantado
A él, el más malo, la misma oscuridad
Por su caballo planeaba regresar
Entre los hortales más lejanos
Salió uno de ellos con el caballo
Lo devolvió y le explicó al amo
Que la naturaleza era lo más sagrado
Que lo más rico de la vida era lo casual
Que no volviera, y si volvía debía aceptar
Cuidar la tierra y hacerlo con bondad y luz
Con la que cuida siempre un verdadero Alux
Cuidar la tierra y hacerlo con bondad y luz
Con la que cuida siempre un verdadero Alux