Escribo como si fuera mi perpetua. Obligandome desde lo más insano a decir todo lo que pienso. Lo que vivo y lo que siento. Ahora no tengo palabras, hace tiempo me cautivo el silencio ¿Qué hago con lo que no expreso? Quiero expresarlo todo junto porque cuando divido los saberes para decir no puedo hacerlo. No sé que decir, tengo la mente llena.
Aquí y ahora, el corazón lejos y el amor en la conciencia. Creo que dejé de ser humana. Creo que tengo que inventar mi idioma. No sé me ocurre más que hablar con la mirada. Pero entonces, nadie me vería a los ojos. Dejé de ser humana, me convertí en un ser aburrido que solo piensa. Pienso.
Me veo el cuerpo y lo siento ajeno, casi no tengo sensaciones en la piel. Tengo las sensaciones adentro, en la panza, en la garganta, en la pelvis y en la cabeza. También en los pulmones, a veces cansa respirar.
Sí, puedo ser la inventora de un nuevo idioma. Al igual que cristo. Al igual que los profetas y los budas. Palabras que no se leen, se siente el significado del mensaje. Eso no puede verse, a menos que sea a través de los ojos.
Una vez nací, a los 20. Fué cuando me dí cuenta que el nacer de un vientre no significa estar vivo, sino qué, naces muerto para en algún momento despertar. No me mal interpreten, los niños son la especie más vital sobre la tierra, pero son lo que sus padres dicen y hacen. El niño llega a la tierra con su espíritu, qué no es lo que le dijeron que era.
Si el idioma de los humanos fuera el silencio, entonces no tendrían más que confiar en lo que les hacen sentir las miradas ajenas y las miradas al espejo. Confiar.
Es un instante estelar y atómico en el que siento saberlo todo y saber nada. Sentirme en mi lugar y fuera de él. Sentirme dual, desde ser real hasta no serlo. Me siento cuerda y loca.
Siento que mi cuerpo no es más que una envoltura. Ustedes lo leen, pero yo lo siento.
¿Saben sentir?