Gracias, compañeros de ruta y desvelo,
por ese tiempo que me dan sin pedirlo,
por soportar este torbellino, este hielo,
que a veces soy, sin querer admitirlo.
Mi carácter, volcán en erupción,
mis miedos disfrazados de bravura,
mis infantiles gestos de ilusión,
todo lo aguantan con paciencia pura.
Y yo, aquí estoy, para ustedes también,
en las buenas, en las malas, siempre fiel,
un hombro amigo, un refugio, un Edén,
donde encontrar consuelo, como miel.
La vida, esta aventura compartida,
es un festín si estamos lado a lado,
una canción que nunca será olvidada,
un tesoro que juntos hemos hallado.
Brindo por ustedes, amigos sinceros,
por las risas, los llantos, los secretos,
por esos lazos fuertes, verdaderos,
que nos unen más allá de los afectos.
Y al final, cuando la noche se avecina,
y el camino se torna incierto y frío,
sabremos que esta amistad es la divina
razón por la que nunca estaremos vacíos.