Haz Ámbar

La cortina al precipicio (2)

Yo que insomne me recorro

en el disfraz de otro hasta sin nombre 

y roto y más que un poco entrando en tal debacle.

 

Mi tiempo se regala a cada exhalación.

 

Detengo el tren de tantas preocupaciones sin control,

orbitándome desgracias que yo escojo que lo son

y no me exijo un rol mejor que este jodido

por el que giro de golpe al suelo.

 

La transformación es dolorosa más de lo que se goza,

y no hay cosa tan hermosa como el expansivo amor

que impulsa, en mi casa ya que estoy feliz de darle luz

aunque sea lo único que pueda antes del fin.

 

 

 

Encuéntrame en el fondo tuyo propio 

que ni yo tanto me conozco ni me hago responsable 

de decisiones las que tome en mitad de esta inmensa noche

por completo irreductible bajo el lazo del color.

 

Hay debajo algún resorte que me arrastra adonde voy

con tan noble que me absorbe la intención 

de ir a mejor siguiendo los consejos de la voz en mi interior.

 

 

 

Apenas si me rijo, quizás que estoy enfermo

del flujo entre tus piernas. Jamás tuvo un inicio

eso al menos que supiera, tan fugaz y tan incierto

que es el tiempo que sólo espero ya con él no me consuma.

 

Mi mente se serena en esta atmósfera y prospera,

coge forma insospechada totalmente sin problema.

 

Tan fuera de la realidad me pongo a caminar

sabiendo a qué se juega, sordo en mi ritual.

Ninguna más certeza concluyente ya quizás.

 

 

 

¿Moriré sin ver siquiera la puerta abierta a otro nivel?

Todos los días soy así feliz en mi simpleza

de ver que siempre pasan dejando sus cenizas.

Ya no espero una respuesta pero pregunto sin saber siquiera a quién.