Luis Barreda Morán

Cimientos del Nuevo Ser

Cimientos del Nuevo Ser

Estoy reconstruyendo los cimientos de mi propio ser,
quitando con cuidado las pesadas piedras del ayer,
las grietas que dejaron las palabras que no debí creer,
para que en el suelo firme nuevas semillas pueda volver a sembrar,
y un jardín florecido con el tiempo logre contemplar.

Voy pintando las paredes de mi espíritu con colores de alegría,
borrando los tonos grises de la melancolía y la agonía,
aplicando con mi brocha capas de valentía y de armonía,
para que cada rincón, con una luz distinta y clara,
un futuro prometedor con esperanza prepare y declare.

Cambio las ventanas viejas de mi cansado corazón,
por otras que dejen entrar el sol de la nueva ilusión,
que me permitan mirar el mundo sin temor ni confusión,
observando los paisajes que me aguardan con quietud,
desterrando para siempre la penumbra y la inquietud.

Reordeno los espacios de mis recuerdos y mi existir,
guardando en cajas lejanas lo que no quiero repetir,
dejando solo a mano lo que me ayuda a proseguir,
construyendo una morada amplia, limpia y con calma,
donde pueda resguardarme del viento y de la falsa calma.

Reemplazo los espejos que me devolvían un rostro afligido,
por otros que muestren a quien ha luchado y ha vencido,
reflejando a una mujer que con sus propias manos ha construido,
una imagen serena, llena de una fuerza interior,
renacida desde sus cenizas con digno y tenaz honor.

Tejo una manta nueva con los hilos de la paciencia,
para abrigar mis noches y brindarme reconfortante esencia,
mientras la lluvia cae afuera con su persistente frecuencia,
y me quedo serena escuchando su tenaz caer,
sabiendo que al amanecer todo habrá de parecer más bien.

Invito a la quietud a sentarse a mi humilde mesa,
a compartir el pan simple de mi reconquistada firmeza,
alejando los amargos sabores de la antigua tristeza,
disfrutando la comida sencilla de la paz mental,
que es el mejor y más rico de los manjares terrenal.

Mientras prosigo con esta lenta y meticulosa labor,
me prometo no claudicar y mantener mi fervor,
pues sé que tras el esfuerzo vendrá la dulce flor,
y aunque el camino sea extenso y a veces difícil de andar,
cada pequeño avance me anima a no desesperar.

Y cuando por fin esté lista esta casa que soy yo,
con sus puertas abiertas de par en par y su limpio salón,
tal vez decida compartir este íntimo y vasto rincón,
con una alma compañera, sincera y de noble intención,
que valore esta remodelación y esta nueva dirección. 

—Luis Barreda/LAB