Tantos amigos y aun ahí.
Hoy entro como cada día al cuarto en donde viven, sé que algunos duermen. Pero seguro que todos respiran y me sienten y murmuran nombres que tal vez ya olvide.
Son mis compañeros fieles. Cómplices de mi casa y maravillosos maestros que se permitieron enseñarme tantas cosas aun sin hablar.
Son mis viejos y adorados libros de páginas gastadas, maestros de mi vida y mis días de coraje, de insospechada calma y de todos mis momentos.
Compañeros de mis noches de insomnio y de silencios.
Amigos que me observan desde su lugar de siempre, como leyéndome, porque yo. Solo me deleito fascinado entre sus letras.
Solo me piden que de vez en cuando los abrase y acaricie, que recorra sus entrañas como antes. Como siempre.
Cada amigo es una forma de volver a lo que fui, a lo que busque o a lo que quise ser y aun hoy y como siempre, a lo que busco entre sus páginas tan quietas como vivas.
Y me veo en sus reflejos, y envejecemos juntos. Lentamente, sabiendo que hemos encontrado la plenitud de quien se quiere.
Son mis libros.
Pasado, presente y destino.
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Rafael Blanco López
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