Renacer En La Propia Raíz
El día que tu afecto se desvaneció en el aire
comprendí que debía construir mi propio camino
y que no hay mal que dure cien años sin acabarse
así que me armé de valor para seguir con calma
buscando en mi interior la fuerza que me ilumina.
Fue entonces cuando el espejo me mostró otra verdad
y empecé a borrar las huellas de nuestro viejo ayer
decidí que sería fuerte para andar con libertad
y que nadie más que yo podría hacerme feliz
cultivando en mi jardín una nueva claridad.
Luego sin buscarlo llegó un cariño diferente
que trajo consigo la paz que no conocía
y me enseñó que un sentimiento verdadero y ferviente
no pide sacrificios ni llora por tonterías
sino que da confianza de manera permanente.
Ahora sé que merezco lo mismo que ofrezco yo
un intercambio justo de ternura y lealtad
donde las dos mitades crecen y florecen en unión
y no hay lugar para el engaño ni la falsedad
porque hemos construido un lazo de pura devoción.
No existen ya tragedias ni finales de dolor
no hay promesas que se llevan los vientos del azar
solo existe este presente lleno de sincero ardor
donde puedo ser yo mismo sin necesidad de explicar
y caminar contigo sin temor al sinsabor.
Agradezco cada instante del camino recorrido
pues las caídas me hicieron levantar más firme
y hoy bendigo tu memoria con un suspiro limpio
mientras dejo que el rencor se aleje y se disipe
guardando solo lo bueno que juntos hemos vivido.
He encontrado el antídoto para sanar el corazón
cuando duele la partida o se apaga la esperanza
es aprender a valorar la propia estima con razón
y entender que cada fin es solo una nueva balanza
que nos prepara para amar con más dedicación.
Esta es la historia de un amor que nace desde adentro
una enseñanza grabada con tinta de experiencia
el viaje que transforma el llanto en un viento
y convierte la despedida en silenciosa paciencia
cerrando un capítulo viejo con un nuevo cimiento.
—Luis Barreda/LAB