Carlos Baldelomar

+ GUARDABARRANCO +

Quisiera ofrecerte mis manos

como un nido calido,

un rincón de paja fina

donde puedas guardar tus alas

sin temor al frío.

 

Pero qué va.

Estas manos mías son otra cosa:

una ladera rocosa,

jodida

un paisaje de cerros marchitos

donde no se asientan arbustos

y golpea fuerte el frío,

y vieras vos en mis manos

con qué facilidad

la esperanza se desprende.

 

Me gustaría,

claro que sí,

que fueran un poco más,

quizás un lugar en las afueras

allá donde el sol hace sus rondas

donde el cielo siempre es azul

y  el color verde próspera

 

pero  no, lo único que me queda

es guardarte aquí,

aquí muy adentro,

donde no llegan los dedos

ni tampoco el filo de la roca.

 

A lo mejor

pasa que vos no sos

ese quetzal esmeralda,

casi un lujo

que yo o el mundo

se inventa a veces.

 

Capaz que sos

(y esto sí me da paz)

el guardabarranco sencillo

que yo,

sin saberlo,

necesitaba.