Voy y vengo por las noches,
ignorando la muerte,
desconociendo lunas y flores,
para sumirme en el misterio de las estrellas,
entre brisas frías,
con el tenue olor a mansedumbre,
que abraza las tristezas,
entre la agonía aturdida del crepúsculo.
Voy y vengo, distraído del milagro de la semilla,
que fecunda entre soledades los trigales,
abstraído del prodigio del silencio,
que cierra los párpados con su beso,
como murmullo que pía la niebla atormentada,
obnubilando las veredas con su nostalgia.
Voy y vengo, por las noches y por los días,
saltando entre instantes de quimeras,
precipitándome entre ternuras y desvelos,
sin voz para los sueños,
sin sueños para el tiempo,
sin tiempo para el remordimiento,
sin remordimiento por lo hecho.
Salto sobre los abismos,
reposo sobre los senderos.
Me evaporó bajo el aguacero,
para renacer en nube,
y alcanzar tu alma.